Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

martes, 10 de noviembre de 2015

La historia continua...

¡Nuevo personaje! ¿Qué relación tendrá con Derek?


Como acostumbro, nueva entrega de Ecos del pasado. Esta vez con la introducción de un entrañable personaje, Dultas. 


1. Vacía (4º parte)



Dultas a menudo iba y volvía del trabajo a pie, pues le gustaba el senderismo y ejercer sus piernas. Era un hombre de unos treinta años, con un espíritu jovial y enérgico. Hoy había hecho buenos negocios, y las ventas no habían parado de subir estas tres últimas semanas. Últimamente encontraba objetos interesantes, y lo mejor es que compradores interesados en ellos no faltaban. Sí, hoy había sido un día productivo, y decidió manifestar su satisfacción silbando una melodía popular de Lon’thara. 
  Era de estatura alta con el pelo bien peinado para darle un toque más profesional. Al igual que la gran mayoría de los varones Vermonth, Dultas tenía el pelo cobrizo oscuro, suave y bien peinado. Bueno, lo último era por estilo, no herencia, pero casi era lo mismo en su caso. Los Vermonth no podían permitirse ir desaliñados, la imagen era esencial en aquel mundillo, y la vanidad no se consideraba mal vista.
  Tenía la nariz y labios finos, suavizando los rasgos de su rostro, lo que le daba un aspecto bastante atractivo. Sus ojos eran azules como el océano, límpidos y profundos, como la gran mayoría de los varones Vermonth. Era cosa de familia. 
  A causa del oficio que ejercía, el carisma y el arte de la conversación eran dos aptitudes que manejaba a la perfección, lo que hacía que atrajera mucha clientela, curiosamente más femenina que masculina. 
  Era, como la gran mayoría de los varones Vermonth, un hombre deseado y popular, y al ser joven y de buen ver, no era complicado que hiciera suspirar el corazón de las damas, que caían rendidas a sus pies. Para él no era más que un pasatiempo, pero era una de las mejores formas que conocía de gastar la energía que le otorgaba su vida pletórica.
  Como toda la semana había sido fructífera, volvía a casa con una sonrisa de oreja a oreja, silbando alegremente por el sendero del bosque. Era algo tarde pero no tenía prisa, al día siguiente no trabajaba, por lo que se pasaría toda la mañana en la cama haciendo el vago.
  Al estar Derek en casa, Dultas tuvo la falsa esperanza de que la cena ya estuviera preparada. Quién sabe, a lo mejor se animaba por una vez a hacer algo que no fuera gruñir y pasarse el día entero leyendo manuscritos o contemplando el paisaje. 
  Ya era hora de que hiciera algo. Solo llevaba una semana en su casa, pero Dultas era de los que opinaba que todo joven debía aprovechar al máximo su tiempo. Ahora se encontraba en la plenitud de la vida, todo tiempo desaprovechado era tiempo perdido; y Derek ya había perdido una semana. 
  En cuanto llegara a casa le daría una buena charla al respecto. Por mucho que no fuera más que un hijo ilegítimo, seguía teniendo la sangre de los Vermonth. Aunque fuera a medias, formaban parte de la misma familia, y su deber era guiarle por el buen camino. Dultas estaba convencido de que él sería quien le impulsara al éxito. Él sería el que humildemente le apoyaría y aconsejaría en sus pasos, para al final lograr que alcanzara la meta deseada. Aunque era cierto que Dultas era un hombre talentoso, también era bien cierto que era bastante engreído. Era, como la gran mayoría de los varones Vermonth, un hombre arrogante y altanero.
  Aunque la tierra estuviera mojada, no había ni una nube en el cielo. 
  « ¿Habrá sido cosa de Derek?» Dultas sabía que las facilidades que le ofrecía la magia a su querido primo no hacían más que alentar su lasitud por las banalidades. 
  La magia: un don del que no todos gozaban. En realidad solo unos pocos privilegiados la tenían en Lon’thara, y para su gran pesar, Dultas no tenía ni un ápice de ella. Y aunque nunca lo admitiría, aquel hecho le abrasaba por dentro de envidia, impotente ante las grandes maravillas arcanas que los dioses le habían negado. Aun así no se daba por vencido fácilmente, sabedor de que, tal vez, moviendo bien las fichas del tablero, podría conseguirlo. 
  Ya veía su casa al final del camino. Debido a su carácter solitario e independiente, tener un hogar en un lugar apartado era lo mejor. La primera noche que pasó en aquella casa al contrario de lo que se creía, durmió mal a causa del jaleo que causaban los búhos, algún que otro lobo agitado y nervioso y el resto de miles de criaturas que habitaban los alrededores. 
  Con el paso de los días, Dultas intentó esforzarse por hacer abstracción de los ruidos en el bosque por las noches. Desgraciadamente, eran tantos los berridos, ululaciones y aullidos que decidió que lo mejor era tomar una decisión; contrató a dos de los mejores expertos en bestiarios y les prometió que le daría su peso en oro al que consiguiera no solo ahuyentar a todo animal en un radio de dos kilómetros, sino que se mantuviera tal situación, lo cual requería hechizos de cuarto nivel para evitar que los animales pasaran. Los dos magos se saboteaban mutuamente al ser la recompensa para uno solo, asegurándole una vida placentera y holgada.
  Dultas sabía que dicha recompensa era ridículamente excesiva para la tarea encomendada, pero la fortuna de la familia era tal que el pago en comparación no era nada. Era, como la gran mayoría de los varones Vermonth, un hombre ostentoso y rico. Desde entonces, podía dormir tranquilamente sin absolutamente ningún ruido molesto.
  Abrió la puerta de la entrada y al llegar al comedor lo primero que vio fue a Derek embobado frente a la ventana como venía haciendo desde que estaba allí.
  —Buenas noches, primo. Veo que al igual que yo, has tenido un día pleno en acción. —No pudo evitar ironizar dibujándose una sonrisa torcida en su rostro.
  —Hum.
  — ¿Has sido tú quien ha parado la lluvia? —Echó un vistazo a la cocina rezando por que hubiera un buen plato de comida esperándole, pero al constatar el gran vacío en la mesa, sus esperanzas se desvanecieron al instante—. Porque de camino a casa he visto que todo el suelo estaba repleto de charcos, y sin embargo el cielo estaba tan límpido que pude ver hasta estrellas que antes ni sabía que existían.
  Derek se desplazó hacia el interior de la casa para poder mirar a su primo directamente a los ojos. Su mirada era penetrante como una lanza afilada. Tras unos segundos expectantes, bajó la vista y relajó los hombros. Llevaba demasiado tiempo con el cuerpo tenso estos días. Algo le ponía nervioso, pero Dultas aún no sabía exactamente el qué. Derek aún no le había dicho realmente por qué se había quedado en su casa de improvisto, aunque no le costaba imaginar que fuera por la presión que ejercía Vulsa, su madrastra, que al parecer había terminado por dar resultados tras estos años. Y la desaparición de Silianna no ayudaba.
  —Sí, he sido yo. Espero que no te haya molestado…. no creo que haya afectado a tu negocio. —En su cara se dibujó una sonrisa forzada—. Por cierto, hoy ha pasado una de tus amiguitas preguntando por ti. Le dije que estabas ocupado con un par de clientas… no se fue muy contenta.
  Dultas ni siquiera se dignó en contestar. Cuando Derek estaba de mal humor, era mejor dejarle a lo suyo y no provocarle. 




¿Alguna preferencia entre los primos Vermonth? ¿Cuándo volveremos a saber más sobre la joven del bosque? 

Seguid con Ecos del pasado, ¡pronto la continuación!


¡Un saludo desde Lon'thara!


3 comentarios :

  1. La cuarta escena del capítulo y ya hay un nuevo personaje, ¡explendido! Sinceramente Dultas es el personaje que menos me gusta ahora mismo, me recuerda bastante a un hombre de negocios con el orgullo tan alto como la torre Eiffel. Nunca me hubiera imaginado que hubiera un motivo oculto por el que Derek estuviera en casa de su primo, pensaba que se mudó para tener un poco de tranquilidad pero veo que no es así. Las cosas van mejorando con cada parte, eso es un gran punto a favor para tu historia :)

    Respecto a la ortografía, he visto una repetición en la parte en que Dultas piensa que Derek es el responsable; pero creo que lo que querías marcar ahí era un carácter de redundancia y en ese caso estaría bien. También vi lo que te comenté de los dos puntos, pero eso ya lo sabes :)

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    1. Si con la repetición te referías a «Y el tener las facilidades que le ofrecía la magia no hacía más que alentar su lasitud por las banalidades», entonces es una errata. Lo acabo de corregir. ¡Mil gracias por avisarme!

      En cuanto a los dos puntos, dime exactamente donde fallo, porque una vez alguien me dijo que también se usa para explicar lo que había antes de los dos puntos, como un por qué a la causa, no sé si me explico jaja

      Y al parecer es el sino de Dultas que nadie lo quiera xD

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    2. De nada, un placer ayudarte :) El uso más generalizado de los dos puntos es para explicar algo, ya sea una lista de elementos o uno solo (aunque si es uno solo también se puede usar coma). Espero que esta mini explicación te sirva de ayuda jaja

      Pobre Dultas, apenas es el primer capítulo y ya está condenado a la soltería xD

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