Pocos son los hombres que saben la existencia de los orbes,
poderosas armas creadas por los dioses
terminantemente prohibidas para cualquier mortal.

Sin embargo, el aparente equilibrio pactado
entre las divinidades se ve amenazado cuando
vuelve a despertar el ser que fue más poderoso que los dioses.

En un mundo donde han regresado los
tribales rituales de sangre, los dioses se ahogan en su propia sed de poder y
los hombres se dejan engañar por sus propias mentiras,
la muerte resurge como única forma de salvación…

La última Era de los Elementales comienza
esta noche, en la que una joven amnésica despierta de un sueño olvidado para
adentrarse en otro repleto de horrores.

Maldecida por su codicia olvidada, el
lenguaje de la magia parece volverse en su contra.

Sólo los ecos de su pasado
conocen su sino; pero únicamente ella decidirá si lo alcanzará a través del
camino de la sabiduría y la fuerza… o de
la envidia y la demencia.


Ecos del pasado I: La danza del fuego

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Los dioses también necesitan tiempo libre

Un día cualquiera entre los dioses.


Al fin, tras meses anunciándolo, aquí tenéis este pequeño extra escrito con todo el amor del mundo a mis Elementales. No sabría deciros cuándo tuvo lugar, pero puedo afirmar que fue siglos antes del comienzo de la novela.
    La historieta no contiene ninguna revelación relacionada con la saga de Ecos del pasado, es simplemente para alegraros la vista ja,ja,ja.
    En todo caso he disfrutado mucho escribiéndola, pues cambia algo del tono serio y oscuro que está tomando la novela... ¡algo de comedia no viene mal!
    Además, así conocéis un poco mejor a Duphina y Finala, personajes que desgraciadamente no han aparecido mucho en el primer volumen de la saga.

No os entretengo más, por lo que, a disfrutar de la lectura!


«Solo los imbéciles no cambian de opinión.»


«Hay días que no me apetece ni levantarme...»
Kuran siempre fue el más vago de todos, ¡me disculpo por haber creado a un personaje tan irresponsable!



Poco saben los mortales del cotidiano de los dioses; sus oraciones suelen ir dirigidas a ellos por imaginarles sentados en sus tronos de piedra y oro observando y juzgando los actos de cada humano que tendrían en cuenta a la hora de ser misericordiosos u odiosos.
           Pero la realidad distaba ampliamente de dicha creencia.
           En aquel preciso instante, dos divinidades estaban confrontadas en una lucha a muerte por la victoria final:
           —Esta vez no te saldrás con la tuya, Kuran…
           —Yo no estaría tan seguro, vejestorio aburrido —repuso el dios pelirrojo—. Ahora es cuando las cosas se ponen serias…
           Melthes alargó el brazo con suspicacia sin apartar sus ojos de los del dios de luz y agarró el mazo de cartas. Las barajó con presteza y elegancia y las distribuyó hasta que cada uno obtuvo siete cartas. Sin que su contrincante pudiera verlas, descubrió sus cartas y las analizó con detenimiento: no tenía nada extraordinario. Pero no estaba preocupado, iba con bastante ventaja por lo que Kuran necesitaría una gran apuesta para alcanzarle.
           —Seis —declaró con prepotencia Kuran.
           — ¡¿Qué?! —se exclamó consternado Melthes.
           Ante la sonrisa triunfadora de su contrincante, Melthes hizo una mueca de desprecio.
           —Has oído bien, apuesto por seis.
           El Elemental de la naturaleza asintió entre refunfuños y comenzaron la partida. Tras varios minutos de tensión, la derrota de Melthes resultó evidente.
           — ¡Ajá! ¡Perdiste, idiota! —clamó Kuran con exagerada alegría—. ¡La victoria…!
           —…es mía.
           Los dos Elementales miraron molestos al dios de los océanos. Aunque Melthes hubiera tenido un triste final, Kuran no tenía mejores resultados; Drian había obtenido una victoria aplastante.
           — ¡Has hecho trampas, estoy seguro! —bramó Kuran a la defensiva.
           —No seas ridículo, mi victoria ha sido justa.
           — ¡Duphina! ¡Tú has visto la partida! ¡Debes de estar de acuerdo conmigo!
           La diosa, quien estaba sentada en el fondo de la sala, apenas había prestado atención a la partida. Su armadura tintineó al levantarse y acercarse a ellos. Desenvainó su espada y la clavó en el centro de la mesa con un contundente golpe. Los tres dioses se sobresaltaron.
           —Si no sois capaces de jugar limpiamente, la victoria es inexistente. Drian, ¿has hecho trampas?
           —Claro que no —contestó con tranquilidad.
           —Es sincero en sus palabras —musitó Vienna, quien percibía las emociones de cada uno de ellos. Sin embargo, ninguno oyó su comentario.
           —Kuran —le nombró Duphina—, ¿en qué basas tus acusaciones?
           —En que antes empleó la carta tormenta de fuego cuando debería haber sido la de témpano de hielo—explicó Kuran con indignación—. Si no, que te lo confirme Melthes.
           —Eh… —se limitó a responder el susodicho.
           — ¡Ahora no te hagas el tonto! —le gritó Kuran a su homólogo.
           — ¡Déjame en paz! ¡Estaba demasiado centrado en la partida! —justificó el Elemental de la naturaleza. Al levantarse con agitación, tiró la silla.
           Kuran lo imitó en su gesto y los dos se desafiaron con llamas y tierra que surgían de sus manos y sus pies.
           — Solo los imbéciles no cambian de opinión —observó Drian.
           — ¡No te hemos pedido nada! —le gritaron al unísono los dioses Melthes y Kuran.
           — ¡Callaos ya! —les reprendió la diosa del acero—. No me puedo creer que esté entrando en su juego de críos… —se dijo a sí misma con un resoplido.



Lejos de todo aquel jolgorio, al fondo de la sala, dos diosas les observaban con poco interés.
           —Bueno, Vienna. Es hora de que me confirmes lo que llevo años pensando… ¿te acuestas con Melthes?
           La pregunta de Finala no pareció perturbar a la joven y bella Vienna, pero la diosa de la rama oscura sabía que había dado con un tema sensible.
           —Comprendo que quieras mantenerlo en secreto, pero la verdad es que Melthes es bastante obvio. En cuanto te acercas a él, se queda embobado mirándote… cuando le diriges la palabra ni te cuento cómo se pone…—prosiguió Finala alegremente.
           — ¿Has terminado? —le preguntó fríamente Vienna. A pesar de su velo, se podían adivinar dos glaciares provenientes de sus ojos.
           Finala soltó una sonora carcajada.
           — ¡No hace falta que te pongas a la defensiva! A mí es que no me van mucho las barbas, pero ya se me ha pasado más de una vez por la cabeza la idea de meter en mi cama a Kuran. ¿Qué opinas? Es alguien muy pasional, seguro que…
           —No me interesan tus historias —la interrumpió la diosa de la ceguera—. Me voy a mis aposentos, estoy cansada.
           Y sin siquiera despedirse, desapareció en silencio.
           — ¡Bah! Desde que está ciega es una aburrida… ¡Eras mucho más divertida antes! —le reprendió al aire que reemplazaba el espacio ocupado por Vienna.
           Estiró los brazos, se levantó de la silla y se unió a la pequeña pelea que estaba teniendo lugar entre los demás por un simple juego de cartas.
           — ¿Qué pasa aquí, chicos? —preguntó divertida.
           — ¡Finala! —Kuran se acercó a ella y con exagerada teatralidad la rodeó por los hombros—. ¡Tu hermano ha obtenido una injusta victoria! Nos ha engañado con su semblante serio, ¡pero él mismo confiesa haber amañado el juego!
           —Yo no he confesado nada… —dijo Drian con indiferencia.
           —Kuran, algo me dice que no nos cuentas toda la verdad. Soy todo oídos —le instó la diosa del acero.
           Enzarzados en aquella absurda discusión, ninguno daba su brazo a torcer. Con intenciones maliciosas, Finala decidió acabar con el debate:
           —Melthes, antes de irse, Vienna me dijo que te esperaba con impaciencia en sus aposentos personales —declaró en voz alta para que todos la oyeran.
           Tal y como se esperaba, el silencio se hizo rey. Todos ellos miraron a Finala con los ojos abiertos como platos y la boca abierta. Melthes en especial tenía la mandíbula desencajada a causa de la sorpresa.
           — ¿Eh? ¿Cómo…? ¿Qué…? —balbuceaba el dios de la rama natural—. ¿Cuándo…? ¿Eh? —No conseguía decir nada claro.
           — ¡Venga ya! Eso es imposible —se burló Kuran—. Vale que esté ciega, pero que yo sepa sigue teniendo el olfato en funcionamiento, y éste huele a madera podrida…
           Un enorme tronco surgido de la nada se abalanzó sobre su pecho interrumpiendo su frase.
           — ¡Repite eso si puedes! —bramó Melthes—. ¿E-es verdad lo que dices, Finala? —preguntó meloso.
           — ¡Por supuesto! —le confirmó Finala con una sonrisa de oreja a oreja.
           —…que no —añadió Duphina—. Conozco a Vienna y ya tuvimos «la» conversación. Melthes, no te lo creas.
           — ¿«La» conversación? ¿Qué conversación? —le interrogó Melthes con nerviosismo.
           — ¿Cuál va a ser? —repuso Kuran—. ¡La que concluye que eres un lameculos!
           De vuelta a la carga, los dos dioses reemprendieron su pequeña pelea a base de torbellinos de fuego y bestias vegetales.
           Drian, Finala y Duphina les miraron con hastío.
          —Finala, no ha tenido ninguna gracia. Les has vuelto a provocar —le reprendió Duphina.
           —Bah, ya se estaban peleando, solo he añadido algo de picante.

            —Entonces se dirigió a su hermano—: ¿Oye, hiciste trampas?
           Un ruido sordo resonó de pronto, dejando un agujero enorme en la pared. Al parecer Melthes había querido apuntar a Kuran pero el blanco se había movido con demasiada rapidez.
           —No, jugué limpiamente —le respondió Drian con calma.
           —Hm… Qué pena, pensé que por una vez habrías hecho algo interesante —dijo entre suspiros la diosa de las tinieblas.
           — ¡Pero bueno! ¡Deberías alabar su actitud, no reprenderla! —la riñó Duphina—. Drian, no cambies nunca esa rectitud que tienes. Es mucho más satisfactoria una victoria merecida.
           —Sí, claro. Pero eso ocurre una vez cada mil años —le contestó Finala cortante—. No se puede esperar tanto.
           —Eso no es cierto. La virtud siempre es recompensada —sentenció Duphina de la fortaleza.
           Drian se levantó sin hacer ruido y salió de la instancia sin que ninguna pareja se percatara de su ausencia. Decidió perderse por los jardines de los alrededores, sumido en sus pensamientos como solía hacer. Miró al cielo azul sin pestañear y murmuró:
          —Solo los imbéciles no cambian de opinión.




¿Qué opináis? Tendrán las palabras de Drian un doble significado? En todo caso, puedo afirmaros que me hacía falta desconectar de la historia central de Ecos del pasado. Aunque haya sido un pequeño relato, me lo he pasado en grande ^^

Quién sabe, tal vez repita esto con otros personajes! Si tenéis alguna sugerencia, igual que dice Duphina, soy todo oídos!

¡Un abrazo desde Tinasia!


5 comentarios :

  1. ¡Madre mía, Leila, madre mía! ¡A esto lo llamo yo entrar por la puerta grande después de tu retorno a la web! No solo me ha encantado el tono jocoso, desenfadado, cómico y cotidiano de la escena, sino que además me parece una genialidad, es sublime, magnífica, ¡me encanta! Has conseguido con esta escena acercar a los dioses un poco más al plano mortal, es una escena con tanta normalidad (dentro de lo posible respecto a las divinidades claramente) que si no fuera porque conozco sus nombres y lo has especificado antes de empezar me creería perfectamente que son personajes mortales.

    En serio, muy buen trabajo. ¡Este relato se merece un 10! ¡Jasp totally approve this! También me ha servido para conocer el nombre de todos los dioses, ahora se que son 6 y conozco a los dos que me faltaban, Melthes y Finala. Me ha parecido muy curioso que existiese una posible relación entre Vienna y Melthes, el hecho de que haya relaciones entre ellos me ha recordado un poco a la mitología griega pero no por ello le quita merito a tan sublime relato.

    ¡Si me faltaba hype con este relato ya lo has puesto al 1000 %! ¡Quiero leer ya! ¡Viva Ecos del pasado y viva Leila, la mejor historia y la mejor escritora! ¡Ole tú, guapísima!

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    1. Mi Jasp nunca falla! Jajaj el primero en leer mis relatos y mis historias (aunque no la novela jaja)

      Qué ganas de que tengas el libro entre tus manos y ojos para conocer tus impresiones!

      Y cuánto me alegra que te haya gustado este relato :) Tendré que repetir. Efectivamente su objetivo era acercarse a los dioses y afinar un poco más en sus personalidades... Y sí, tiene que haber salseo incluso entre dioses, sino no tiene gracia jaja

      Un besazo desde Tinasia, Jasp!

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  2. ¡Hola, Leila! ¿Qué tal?
    Vengo a informarte que te he nominado al Tag Liebster Award, aquí te dejo el link que te lleva directo a la entrada de mi blog dónde viene todo lo que hay que hacer :) ---> https://l-es-de-libros.blogspot.mx/2016/12/tag-liebster-award.html
    ¡Nos leemos!

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  3. ¡Buen relato! Las historias de dioses siempre me llaman la atención, pero los cuentos con historias autoconclusivas me llaman aún más. Esto ha sido la combinación perfecta. Y buena frase, es cierto que solo los tontos no cambian de opinión. Seguiré leyendo, espero que traigas más.
    ¡Saludos!

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    1. ¡Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado este pequeño relato, aunque fuera extra y, realmente, si no has leído la novela a lo mejor te desubicas un poco puesto que no presento a los personajes y soy muy concreta en lo que cuento (era un pequeño tributo a los dioses de la saga).

      Si te apetece echarle un vistazo a la historia en sí, en mi blog están publicados los tres primeros capítulos del primer volumen de la saga :) Ya sé que has dicho que te gustan más las historias autoconclusivas, pero quién sabe, tal vez no le digas no a una saga jeje

      ¡Espero verte de nuevo por aquí!

      ¡Un saludo desde Lon'thara!

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